Son Morei
Arquitectura: Miguel Rami Guix + Alberto García Garrido
Cliente: Privado
Ubicación: Muro, Mallorca
Área: 450 m2
Fecha: 2021 – 2022
Un camino de tierra se desvía de la carretera principal a las afueras de Muro para llevarnos a la parcela. Desde la entrada se puede contemplar en su totalidad, gracias a una suave pendiente que desciende de principio a fin por el terreno, cubierto por centenares de olivos y almendros. Al Norte, una gruesa línea azul turquesa subraya el horizonte de la Bahía de Alcudia. Está enmarcada por Cap Ferrutx y por la Serra de Tramuntana, cuya silueta continúa hacia el Sur hasta perderse de vista tras los árboles de la zona.
Una docena de palmeras y una vieja lengua de hormigón a modo de mirador identificaban el punto más alto de la parcela, en la esquina Suroeste, como el lugar más agradable para estar. Desde aquí se tienen las mejores vistas de la parcela y del paisaje, por lo que decidimos que sería el emplazamiento de la nueva vivienda, aceptando el reto de conservar todas las palmeras existentes. La adecuación del proyecto a la estricta normativa urbanística de la zona simplificó algunos parámetros del diseño, como las cubiertas inclinadas resueltas con teja cerámica, el tono cromático de las fachadas o incluso la proporción de las oberturas. Esto nos permitió focalizar la atención en el diseño de la relación entre las partes de la vivienda, y de la vivienda con el entorno. Observando ejemplos de arquitectura tradicional mallorquina, nos dimos cuenta de que se puede leer el paso del tiempo en sus fachadas. Cuando el espacio disponible no es el principal condicionante, como es el caso de la arquitectura rústica, se van agregando estancias para adaptarse a las cambiantes necesidades de sus inquilinos. Así, la vivienda nunca adquiere una forma definitiva. Se convierte en un mientras tanto constante que refleja quiénes somos y cómo vivimos. Esta estrategia de agregación volumétrica fue esencial durante todo el desarrollo del proyecto.
Dibujar la línea que identifica el exterior y lo delimita para definir un interior, un lugar refugiado, es más difícil cuando el entorno no es hostil. Por eso este proyecto fue un proceso de ida y vuelta, con infinidad de pruebas, croquis, maquetas, volumetrías… Dibujábamos las secuencias de la vivienda pensando las visuales desde cada estancia enmarcando las vistas, y dejando las amplias oberturas a aquellas estancias que se abrían hacia el exterior. Sin embargo, casi inconscientemente fuimos abandonando poco a poco cualquier principio de urbanidad, como el automatismo de pensar desde dentro hacia afuera. Dejamos de intentar capturar el entorno para dejar que este invadiera la vivienda.
Fue ese cambio de dirección en la mirada lo que nos hizo arraigar profundamente la estrategia del proyecto al contexto. Empezamos a entender la vivienda como un objeto sencillo, integrado e intrascendente en el paisaje, cuyo único objetivo debía ser satisfacer las necesidades esenciales para poder disfrutar plenamente del lugar. Comer, dormir y abrigarse se organizan en tres volúmenes separados, creando un espacio central que los une. Este espacio cubierto, abierto a las cuatro orientaciones, se define por la luz, la sombra y la brisa, que van cambiando su atmósfera a lo largo del día. Un espacio de encuentro entre la vivienda y el entorno. Una estancia en el paisaje.










